¡Demonios! Hace tanto que no te escribo, blogcito, que ya hasta se me había olvidado no sólo la contraseña para entrar a ti, sino hasta a mi cuenta de e-mail.
¿Quieres saber qué pasó?
Pues que un dragón malo logró escapar y nos siguió hasta la oficina, aquí donde trabajan Hec, Tania y la gran-jefa, y como no quiero que nadie sepa que tengo al dragón (o, mejor dicho, que el dragón está conmigo), tuvimos que ir a escondernos al Desierto de los Leones (ese que no es ni desierto ni hay leones), y con eso de que mi iPod valió gorro en la batalla final...
¿Cuál batalla final? ¡Ah! Es que no te he dicho, ¿verdad?
Bueno, te voy a contar de supervolada porque pasó hace taaaaaaaaanto que ya me da flojera hablar del asunto.
¿Te acuerdas que mi dragón y su hermano eran prisioneros de su propia madre porque uno de los dos tiene una habilidad megaespecial que ella quería para dominar el reino de los dragones e iniciar una guerra contra la humanidad? Bueno, como no sabía cuál de los dos la tenía y son gemelos —y tenía que matar al que la tuviera para así poseerla—, tuve que requeteapurarme a rescatar a los dos. Lo malo es que casi todos los dragones estaban del lado de ella porque están muy enojados porque cada vez los humanos extienden más su territorio y arrasan con los bosques donde ellos viven, o contaminan el agua (mar, ríos, lagos) y allí viven otro tipo de dragones.
El caso es que fui con el Rey, o sea, el papá de mi dragón, y entre los pocos dragones que aún le eran fiel a él (que no quiere pleitos con la gente y prefiere seguir practicando la invisibilidad para que cada quien viva sin pelear), fuimos a la cueva de la Reina.
Como éramos poco lo que hicimos fueron como pantallas de lámpara con figuras de los dragones más peligrosos recortadas, de forma que se proyectaran como sombras. Luego, metimos mi iPod y varitas encendidas en las demás y las soltamos en la cueva. Obvio, les caímos de sorpresa a los dragones de la Reina, así que cuando se dieron cuenta, parecía que nuestro ejército era de miles y ellos apenas unos cientos. El caso es que rápidamente se rindieron y nos entregaron a la Reina.
En ese momento solté a mi dragón y a su hermano y fuimos con su papá llevando a la Reina. El Rey le puso tremenda regañiza a la Reina y la encerró. Luego le dijo a sus dos hijos que no quería saber quién tenía el poder superespecial, pero que le gustaría que se quedaran con él a reinar, pero mi dragón dijo que dos eran muchos y que él mejor regresaba acá conmigo porque, resulta, en el continente americano hay también muchos dragones y así él puede ser su líder. ¿Qué tal, eh? ¡Mi dragón es un Príncipe!
Lo malo es que mi iPod que tenía tantísimas cosas murió en la batalla y me quedé sin conexión.
Y luego volvimos a la oficina y la estaban remodelando, y luego nos cayó ese dragón malo, y luego lo vencimos, y luego tuvimos que irnos a vivir al bosque en lo que terminaban la remodelación porque no quiero que nadie vea al dragón y luego ya nos regresamos a la oficina y tuvimos que encontrar otra covacha donde vivir.
La gran-jefa ahora hace una revista de cine que se llama Cinemanía, pero aunque me encanta ver pelis, como no todas son para chavitos no puedo meter mi cuchara así que no lo hago. Donde sí me meto cuando puedo es al Cajón de las Golosinas, porque resulta que Tania está con la gran-jefa haciendo también (entre las dos y otros que no conozco) un libro muy guapo que se llama "Mi Libro Verde" y que trata de lo que la gente le hace a la Tierra. ¡A ver si aprenden!
Y pues bueno, esa es mi historia hasta ahora. Estoy metido en la Mac de Tania porque le puso de contraseña el nombre de uno de sus hijos y rápidamente pude meterme, obvio. ¡Ja! Así que por eso te escribo.
Y bueno, blogcito mío, ahora sí ya voy a escribirte seguidito.
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Hace 4 años.